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ES-ADMC-RA00157 · Corporate body · 1949-ca-1991

Negocio fundado por Ignacio Cruz Mendoza, el padre de la familia Cruz, a su llegada al barrio de La Bachillera en 1949. Sus hijos, Ignacio y Juan Manuel Cruz Bello, heredaron tanto su oficio como su negocio, ayudados por sus esposas, Eufemia y Profeta Hernández, y pasando a ser de esta nueva familia.

En un primer momento se dedicaban a la crianza de cabras, pasando posteriormente a ser una vaquería. Este negocio era el sustento económico de la familia, siendo tan importante los animales para la familia, que Ignacio Cruz Mendoza solía pedir al fotógrafo ambulante que pasaba por el barrio, que fotografiara a sus hijos junto a sus cabras y vacas.

Se distribuían entre ellos las tareas de extracción de la leche y el reparto a domicilio. Profeta Hernández y los más jóvenes de la familia eran los encargados de repartir leche a los vecinos de la Bachillera, puerta por puerta por las noches con un carro. Sin embargo, otros vecinos se acercaban directamente a la vaquería para rellenar sus cántaros de leche. Además de la Bachillera, vendían leche en San Jerónimo, las Golondrinas, el Cerezo y otras barriadas próximas.

Estaba situado en la actual C/Tilo de la Avenida de San Jerónimo. A partir de 1969 se mudaron a una vaquería más grande, en el Cortijo Carrión, que formaba parte del Cortijo de Tercia, en San Jerónimo. La Vaquería de la familia Cruz es una de las muchas vaquerías que existían en el barrio de la Bachillera, tales como las de Murillo, de Boca Negra o de la familia Gil. El negocio estuvo mantenido por Manuel Cruz hasta principios de la década de los noventa.

ES-ADMC-RA00133 · Corporate body · 1966-04-19 -

El Bar Taxista fue abierto al público el 19 de abril de 1966, en el barrio de La Bachillera. Es desde sus comienzos uno de los puntos neurálgicos de la vida social en el barrio, situado en el la calle Camino de Alméz nº61. Sus fundadores fueron el matrimonio formado por Juan Ridao y Encarnación Palma, también conocida como Encarni. El nombre del bar hace referencia a la profesión de Juan Ridao. Financiaron el proyecto de construcción y abastecimiento del bar gracias a préstamos bancarios. A los dos años de la apertura, Juan muere con 31 años, quedando Encarna a sus 29 años a cargo del bar y del cumplimiento de las deudas. La ayuda de los vecinos fue fundamental para Encarna durante esos años, además de su propio esfuerzo, trabajando algunos días hasta 20 horas. En la actualidad se mantiene activo, con la misma familia a la cabeza, e idéntica apariencia estética que en sus primeros años. Parte de su éxito se debe a la conexión emocional, casi familiar, de los vecinos con el local y sus dueños.