Dirigente obrero anarquista y maestro racionalista español, José Sánchez Rosa fue seguidor de Ferrer y Guardia y autor de numerosos manuales de pedagogía en el ámbito obrero sindical. Desde muy joven se encontró ligado al movimiento obrero, participanto en la I Internacional. En las dos primeras décadas del siglo XX desarrolló una importante labor como propagandista de las ideas anarquistas y anarcosindicalistas en Andalucía.
Creó varias escuelas "racionalistas", las cuales seguían el modelo propugnado por Francisco Ferrer y Guardia en la Escuela Moderna de Barcelona. El impacto de Sánchez Rosa en la clase obrera andaluza fue notable gracias a la difusión de sus folletos, que tuvieron mucho éxito entre los trabajadores. Muchos de esos obreros aprendieron a leer y a escribir, o adquirieron sus primeras nociones de cálculo, gracias a obras como La Aritmética del obrero, El abogado del obrero o La Gramática del obrero, que publicó en su editorial Biblioteca del Obrero.
Sánchez Rosa, que era muy conocido en los ambientes revolucionarios, no pudo escapar de la represión que siguió a la rebelión militar del 18 de julio de 1936, a pesar de que su quehacer había estado siempre ligado a la tarea educadora y propagandista más que a la propia acción revolucionaria directa. Fue fusilado en Sevilla a finales de julio de 1936 por las tropas franquistas que tomaron la ciudad.
Natal de los Corrales, jornalero desde los 13 años y afiliado a las juventudes socialistas desde los 16 años. Con el comienzo de la Guerra Civil, huyó con su familia a un cortijo cercano de los Corrales, y de allí a Campillos (Málaga). En este período de tiempo, vivió los bombardeos de la carretera de Málaga-Almería, acontecimiento que fue conocido como “La desbandá”, llegando posteriormente a la provincia de Almería y de ahí a Tarragona, donde se alistó en el ejército Republicano, luchando en varios sitios hasta ser destinado al Frente de Aragón. Tras la victoria del Bando Nacional, se exilió a Francia.
En 1939 volvió a España tras conocer el anuncio de “una repatriación generosa para quien no tuviera las manos manchadas de sangre”, entregándose en Figueras, donde comenzó su traslado por diferentes cárceles hasta llegar a Sevilla donde pasó dos años en prisión.
En 1941 queda puesto en libertad ya con 22 años y vuelve a los Corrales como aceitunero, lo cual duró poco al ser llamado para el servicio militar, destinado al batallón de trabajo de Unamuno en Madrid, al canal de los presos de Sevilla y a Ciudad Real, sitio al que no llegó puesto que se tiró del tren, comenzando una nueva etapa de clandestinidad en su localidad y de exilio en Francia, volviendo a los Corrales de visita en el otoño de 1969.